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RECESION VERSUS DEPRESIÓN
El economista de la Universidad de Oxford, Ian Goldin, alentaba desde el año 2015 de los riesgos sistémicos de un mundo interdependiente, recogidos en su libro “El defecto de la mariposa”. Una de sus declaraciones más predictivas es “las pandemias siempre amenazaron a la humanidad más que las guerras”.
Este exasesor de Nelson Mandela que también fue Vicepresidente del Banco Mundial, manifestaba en unas declaraciones el día 21 de marzo del 2021, que la crisis sanitaria por el Covid-19 sería mucho peor que la crisis del 2008 “podremos ver una cascada de choques financieros, con quiebras de empresas, pero también de países”, anticipaba el economista sudafricano. Señalaba el ejemplo de Italia, que ya atravesaba dificultades antes de la pandemia y consideraba la posibilidad de que las políticas de estímulo no funcionaran, al considerar que “tanto la oferta como la demanda están rotas”.
El día 18 de marzo de 2021, la revista estadounidense Barron’s, publicada por Dow Jones & Company, una división de News Corp y una publicación asociada a The Wall Street Journal, que cubre la información financiera, la evolución del mercado y los datos estadísticos más importantes de EE. UU., hacía hincapié en la preocupación de los economistas por la situación económica. Al analizar los datos históricos apuntaban que era más probable una recesión (ha habido 33 recesiones desde 1854 y solo una Gran Depresión, entre 1929-1938), pero que lo acontecido en las semanas anteriores llevaba a los inversores a pensar que las consecuencias de la pandemia por el Covid-19 serían más severas de lo inicialmente esperado, máxime con tanta incertidumbre mundial.
La agencia de noticias Reuters, con sede en el Reino Unido, conocida por suministrar información a medios de comunicación y mercados financieros, publicaba el día 19 de marzo de 2020, una encuesta entre los principales analistas financieros y señalaba que EE. UU. tenía un 80% de probabilidad de entrar en recesión en los próximos doce meses. La parálisis económica causada por la pandemia sanitaria produciría una contracción de la economía mundial y de las principales economías del planeta, lo que arrastrará a los sistemas productivos emergentes a raíz de la interconexión que existe entre ellas.
La diferencia entre recesión y depresión radica en la duración de la crisis, en ese sentido, la depresión puede entenderse como una crisis de larga duración que, en términos económicos tiene efectos devastadores, debido a que en varios años solamente se presenta contracción económica, por tanto, gráficamente se observa una recta descendente, indicador de depresión económica. En cambio, la recesión es una crisis de corta duración, que puede durar meses o unos pocos años, en este caso se presentan periodos de altibajos en el crecimiento del PIB.
En el caso español, el desplome del consumo privado, la paralización de las inversiones, la caída del turismo a niveles desconocidos, y la también previsible caída de las exportaciones, anticipaban un escenario sin precedente en la historia económica reciente.
La crisis del 2008 fue una crisis financiera, que nació por el sobreendeudamiento de los bancos. En el caso español, esta crisis se vio acentuada por el estallido de una burbuja inmobiliaria. La solución fue la inyección de dinero del gobierno y del Banco Central Europeo a los propios bancos para animar el flujo del crédito.
A finales de marzo del 2020, las compras con tarjetas se hundían un 55%, nunca, ni siquiera durante la llamada Gran Recesión, 2008-2009 y 2010-2012 -crisis financiera y crisis de deuda respectivamente-, había ocurrido nada igual. Estos datos daban pie a un análisis preliminar sobre lo que estaba ocurriendo, cerca de un 25% de la economía, principalmente el sector hotelero, la restauración, el comercio minorista y el transporte estaban experimentando restricciones muy severas, mientras que otro 30% de la economía, principalmente el sector manufacturero y otros servicios, sufrían restricciones muy significativas. Estos datos anticipaban un impacto a corto plazo en la economía española de una magnitud desconocida, las rentas del trabajo, las más vulnerables a la crisis, estaban hundiendo el consumo.
A priori, la crisis del 2020 parecía una crisis mucho más amplia, porque nacía en las empresas y en los autónomos. Las empresas no pueden pagar a sus empleados porque no tienen ventas, los empleados dejan de consumir porque no tienen dinero y porque su miedo ante un futuro incierto se había disparado. Al caer los ingresos, se desplomaba el consumo y la inversión, subiría el paro, disminuiría la recaudación y aumentaría la deuda pública.
¿Sería una crisis perfecta? No hay oferta porque la gente no trabaja. No hay demanda porque nadie compra. Y no hay inversión porque nadie tiene la menor confianza ante una situación que hasta finales de marzo del 2020 solo aparecía en las películas de terror, con calles desiertas. El debate debería de estar en cuán profunda sería la recesión y en su defecto depresión.

UN AÑO DESPUÉS
Atendiendo a la petición de Reyes Rodríguez y Monserrat Casanovas, de escribir un artículo para el Boletín de la Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País,
-después de muchos años sin ser publicado-, y con la encomienda de dar una visión económica real, analizada y fundamentada sobre aspectos actuales de la economía española, me encuentro en la difícil situación de dibujar un panorama desalentador,
cuanto más tiempo pase la economía por debajo de los niveles previos a la crisis sanitaria, más tardaremos en ver la recuperación. ¿Por qué? Porque lo que se inició como una crisis sanitaria, se ha convertido en una crisis económica y veremos una crisis social, que se podrá acentuar con una crisis de confianza en las instituciones. La prolongación del cierre de actividad hace que muchas empresas tengan que cerrar y que los trabajadores que estaban en ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo) acaben finalmente siendo despedidos.
El día 30 de enero del 2021, el diario económico Expansión, publicaba a doble hoja un gran titular: “Histórico hundimiento del PIB un 11%, el mayor desde la Guerra Civil. El desplome afecta prácticamente a todas las áreas de la economía, con la gran excepción del gasto público, que sube un 7% anual en el cuarto trimestre, el mayor ritmo desde el 2004. Además, algunos componentes clave del PIB, como la construcción o la inversión, agravan su caída en la recta final del año, lo que refleja la incertidumbre sobre una salida rápida de la crisis”.
Según cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas, el Producto Interior Bruto (PIB) español, se contrajo un 11% en el 2020, respecto al año anterior, el mayor desastre económico en los últimos 84 años. Además, el propio organismo público alerta de que las cifras se podrán revisar a la baja en los próximos meses.
En cuanto a la deuda pública, la magnitud del problema es incluso mayor. En el 2021 se situará en el entorno del 120% del PIB y todavía seguirá subiendo, ya que el déficit público será superior al crecimiento del PIB si no se ponen remedios antes. Estos significan que la deuda estará casi 30 puntos por encima del nivel de deuda española en el 2019.

ANALIZANDO SECTORES ECONÓMICOS
Nos encontramos con que el sector del comercio, el transporte y la hostelería han sufrido un desplome interanual del 20,4%, como consecuencia de las restricciones sanitarias. En mi opinión estos datos aún no reflejan el verdadero impacto económico de las limitaciones a la hostelería y otros sectores durante más de un año.
El año 2020 desnudó a la industria de la moda en todo el mundo. Debido a los confinamientos primero y las restricciones comerciales y de ocio después, así como el teletrabajo y las malas perspectivas económicas. Al cierre del año, a nivel global, el textil perdió entre un 20% y un 25% de sus ventas, más en Europa (25%-30%) y EE. UU. (20%- 25%) que en China (5%-10%), según datos de McKinsey. En España, pese al aumento de compras por internet, la caída fue del 39,8%, según la patronal del comercio textil Acotex.
El sector de la construcción ha caído un 18,2%, reflejando un descenso en la inversión a largo plazo ante la incertidumbre existente. La falta de confianza aplaza las inversiones y las cambiantes leyes sobre el alquiler y las ocupaciones ilegales, reducen un nicho inversor tradicional del ahorrador español. Dentro del sector inmobiliario, han sido los centros comerciales y las oficinas los que más se han visto afectados a consecuencia del cierre por la pandemia.
Las actividades artísticas y recreativas también se han hundido un 31,5%, ante la imposibilidad de organizar eventos y grandes aglomeraciones de personas. Igualmente ocurre con el sector del ocio y del deporte por similares circunstancias.
Según los datos de Contabilidad Nacional, el peso de la industria en la economía ha seguido reduciéndose. En 2019 acabó en el 14,2%, es decir, dos décimas por debajo del registro del año anterior y 1,6 puntos menos de su participación en el PIB (15,8%) en el inicio de la crisis hace 12 años. Esa aportación era, por ejemplo, del 19% en 2000 y llegó a casi el 30% en los años ochenta. La industria ha perdido unos 20.000 millones de contribución al PIB. En cuanto al empleo, este sector ocupaba en 2007 al 14,2% de la población laboral a tiempo completo. En 2019 sólo llegaba al 11,7%. Una pérdida de más de 600.000 asalariados que seguirá aumentando si no se toman medidas.
Un sector industrial que se ha visto afectado es el del automóvil, que sigue inmerso en una profunda crisis, nada bueno teniendo en cuenta que da trabajo a 1,9 millones de personas, entre empleos directos e indirectos, representado el 9% de la población activa. Las caídas de las matriculaciones en 2020 (-32,3%), de la producción (-19,6%) y la exportación (-15,5%), ya ha repercutido en destrucción de empleos: podría alcanzar entre 33.200 y 40.500 en proveedores, concesionarios y vendedores, según fuentes del propio sector. Las ventas de automóviles del pasado mes de enero del 2021 son las peores cifras de ventas de turismos y todoterrenos de la historia (-51,5%), afianzando a nuestro país como el peor de los cuatro principales mercados europeos, con una caída que doblaba la media de la UE (-24%).
Otro sector industrial muy perjudicado, ha sido el sector aeronáutico, que también atraviesa una crisis coyuntural debido a los efectos colaterales de la pandemia. Las restricciones de movilidad y las limitaciones para volar han llevado a las aerolíneas domésticas a reducir sus plantillas y paralizar sus inversiones en la compra de nuevas aeronaves. El descenso en las inversiones de las aerolíneas y la bajada de actividad han tenido como resultado un excedente del 40% de la mano de obra en el sector aeronáutico. Las empresas deben adaptarse, no solo a una importante reducción del tamaño del mercado, sino también a los profundos cambios producidos por el teletrabajo, el desarrollo tecnológico y la sostenibilidad medioambiental. Factores que, sin duda, afectarán para siempre a la forma de viajar. Posiblemente, la aeronáutica civil sea la industria global más afectada por la crisis sanitaria en el mundo, que ya en 2020 ha visto reducida su actividad por encima del 40%, y donde no se prevé una recuperación del mercado a niveles pre Covid-19, al menos, hasta 2026.
España va indiscutiblemente de la mano del sector turismo, un factor clave para nuestra economía, que ocupa la segunda posición en el mundo y en Europa, en número de turistas internacionales. El sector es el que más aporta a la economía española, con un total de 176.000 millones de euros anuales que representan el 14,6% del PIB, además de dar empleo a 2,8 millones de personas. España cerró el 2019 con un récord de llegadas de 83,7 millones turistas extranjeros, sin embargo, durante el 2020 las reservas de viaje cayeron un 80% con el consiguiente cierre de hoteles y apartamentos turísticos y los cientos de miles de pérdidas de puestos de trabajo vinculados a este sector.
Como en todas las guerras, también en la crisis del Covid-19, tenemos vencedores. Dejando al margen el gran ganador, el sector farmacéutico y de fabricación sanitaria, también existen una serie de sectores que se han visto favorecidos:
El sector logístico, como consecuencia de las restricciones de movilidad se incentivó la compra online, generando que los servicios de distribución y entregas de mercancías, como correos, paquetería y servicios de comida a domicilio han visto aumentar sus cifras de ventas.
También el sector digital, como consecuencia de la pandemia el público se vio obligado a cambiar de hábitos al no poder salir a la calle. Plataformas digitales como “Netflix” han visto como sus cuotas de pantalla aumentaban significativamente. También las plataformas de juegos online como “Twitch” y la de videoconferencias de pago “Zoom”, que debido a la necesidad de implementar el teletrabajo ha visto un crecimiento de sus cifras de venta del 326% (datos facilitados por la propia empresa).
El sector agroalimentario, se ha convertido juntamente con la distribución alimentaria y los canales de venta de proximidad como los supermercados en ganadores durante la pandemia. Durante el 2020 el sector agroalimentario español ha representado un 3,8% del PIB, con un leve crecimiento respecto al año anterior.
Para el sector informático y de ciberseguridad, el teletrabajo obligó a las empresas a adquirir grandes cantidades de ordenadores portátiles y aplicaciones de software, viéndose obligadas a tener que tomar precauciones con antivirus y cortafuegos.
El sector de la educación, también se ha visto favorecido con nuevas fórmulas de enseñanza online de todo tipo, desde clases de yoga, fitness a clases de pintura, pasando por todo tipo de cursos, máster y postgrados.
Mientras tanto, el sector público ha aumentado su presencia en la economía nacional. En 2007 representaba el 14,6% del PIB (157.201 millones) y en 2019 se situó en el 16,4% (203.432 millones). El alza es de 2,2 puntos, unos 46.000 millones más en euros corrientes. En cuanto al empleo, y ya que la Contabilidad Nacional computa conjuntamente todos los puestos de las Administraciones, sanidad y educación del país, hace 12 años llegaba al 17,5% (3,6 millones) del mercado laboral total y ahora representa nada menos que el 22,4% (4,1 millones). El sector público ocupa a uno de cada cinco trabajadores españoles.

Francisco Manuel Ramos Oliva
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.
Diplomado en Valoración de Empresas y Planificación Financiera.
Miembro del Registro de Economistas Forenses del Consejo General de Economistas. Presidente de la Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País.