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EL ECONOMISTA CONFINADO 1
INTRODUCCIÓN
El día 16 de marzo del 2020, ante el confinamiento de todos los ciudadanos españoles provocado por la pandemia del Covid-19, decidí ir realizando un seguimiento de las principales cifras macroeconómicas de España, dentro del contexto económico de la Unión Europea y con la influencia de un mercado cada vez más globalizado.
Soy economista y pensé que una forma de pasar el tiempo durante el confinamiento tenía que ser mediante el propio aprendizaje. Dicen que los economistas somos expertos en analizar el pasado, pero no en predecir el futuro. Efectivamente, no tenemos la varita mágica, ni la bola de cristal que nos permita anticipar acontecimientos, especialmente cuando en España, nos encontrábamos ante una situación de incertidumbre desconocida desde hacía varias generaciones. Lo que sí tenemos los economistas es una formación que nos habilita para tener una visión global de muchos aspectos socioeconómicos y en base al análisis de los mismos, tratar de anticipar propuestas que permitan reducir la incertidumbre a la hora de tomar decisiones.
LOS PRIMEROS SÍNTOMAS
Hablamos de incertidumbre y no de riesgo, pues en el mundo económico decimos que al riesgo se le pueden asignar probabilidades, pero la incertidumbre no es medible, solo valoramos opciones y actuamos de forma intuitiva. Desde diciembre del 2019, escuchábamos a través de todos los medios de comunicación y en las redes sociales, la existencia de una enfermedad provocada por un virus, que se contagiaba rápidamente y que tenía una alta mortalidad, además de conocer que su origen estaba en la ciudad china de Wuhan.
A principio de enero de 2020 se detectaron contagios en Japón, Corea, Tailandia y Estados Unidos. El día 23, China cerraba perimetralmente Wuhan y quedaba en cuarentena. A finales de enero, tuvimos noticias de un primer caso en territorio español, un turista en La Gomera. Y ya a mediados de febrero, el gobierno italiano cerraba varias ciudades en la Lombardía. Estas noticias empezaron a generar incertidumbre en España y un gran evento mundial de telefonía, como el Barcelona World Mobile era cancelado.
Un buen gestor tenía que estar dispuesto a afrontar las incertidumbres y calcular los riesgos, para tomar las decisiones adecuadas y reducir el impacto en su entorno. Sin embargo, en España, un exceso de confianza de nuestras autoridades impidió valorar los riesgos de contagio, además se demoró demasiado el diagnostico de los primeros pacientes y se manejó una información algo caótica.
Unos días antes del confinamiento, el día 5 de marzo, mi buen amigo Federico Linares, Presidente de la empresa de servicios profesionales y consultoría EY España, -antes conocida como Ernst & Young-, había activado un plan de prevención interno en su empresa, al detectar un caso de coronavirus en sus oficinas centrales de Madrid y había dispuesto a teletrabajar a 3.100 profesionales desde sus respectivas casas hasta nuevo aviso. También suspendían todos los viajes y desplazamientos previstos desde otras oficinas a la sede central en la capital de España. Aquella noche llamé por teléfono a Federico y tras contarme el desafío que le había supuesto la toma de decisiones, consideraba que, para él, “en primer lugar, lo principal era garantizar la seguridad y la salud de la plantilla, pero que, en segundo lugar, también suponía un reto tener que acelerar la adaptación a las nuevas tendencias de trabajo, el teletrabajo”. Tras Telefónica, EY era la segunda gran empresa española que hacían público los primeros casos de coronavirus dentro de sus plantillas en los primeros días de marzo del 2020.
El día 8 de marzo, se había convocado una manifestación en Madrid por el Día Internacional de la Mujer, -conocida como el 8-M-, promovida por diferentes organizaciones y contando con el apoyo del gobierno y sus líderes más representativos. Sin lugar a duda, faltaba previsión y se primaban los intereses políticos por delante del sentido común. Un buen gestor, debería haber estado dispuesto a afrontar las incertidumbres y calcular los riesgos para tomar decisiones correctas y reducir el impacto entre sus ciudadanos, como tres días antes hizo Federico Linares en su organización.
A priori, que una crisis sanitaria como la del coronavirus, se pudiese convertir en una crisis económica sin precedentes parecía algo impensable, sin embargo, pocos días después, el día 16 de marzo de 2020, el más claro indicio aparecía en los mercados organizados de valores. Las bolsas de todo el mundo reflejaban lo que los economistas suelen llamar una “economía de guerra”. La crisis sanitaria obligaba a paralizar la actividad económica, tras la entrada, en el caso español, del Real Decreto 463/2020 que impulsaba el gobierno presidido por Pedro Sánchez y obligaba a todos los ciudadanos y empresarios a adoptar decisiones importantes en sus vidas familiares, profesionales y empresariales e igualmente requería una respuesta rápida y global de las administraciones públicas. En esos momentos, era muy difícil cuantificar el impacto económico, pero lo que sí ya se podía anticipar, es que el impacto sería mayor, cuanto más durase la crisis sanitaria.
Un escenario de paralización total de la economía era nuevo para la mayoría de la población española. Solamente algunas personas muy mayores,- los más vulnerables en esos momentos-, habían conocido una economía prebélica, una economía de guerra o una economía de postguerra, como ocurrió antes, durante y tras la Guerra Civil española.

EL LUNES NEGRO
El día 25 de febrero, la Bolsa española, daba un aviso, con fuertes caídas en las cotizaciones, especialmente de empresas vinculadas al sector turístico. El lunes 16 de marzo, el “lunes negro” como le llamaron algunos periodistas económicos, se reflejaba en el índice de la Bolsa española, en el IBEX-35. En menos de un mes, el mencionado indicador había pasado de rondar los 10.000 puntos, el 19 de febrero del 2020, a caer por debajo de los 6.000 puntos. Ese día fatídico, el índice de referencia de la Bolsa española, en algunos momentos llegó a perder un 12,29% de su valor y perforar los 5.814 puntos, pero finalmente cedía un 7,88%, hasta los 6.107 puntos. En el acumulado del año, este recorte, dejaba la caída del índice de referencia español en un 38,22% desde el 24 de febrero y perdía un 36% de su valor desde el inicio del año 2020. Suponía un nuevo
mínimo desde julio del 2012. Los más agoreros ya vaticinaban que si no se introducían alicientes económicos externos por el gobierno, no sería descartable ver el índice IBEX- 35 en los 5.200 puntos, mínimos del año 2002. En el caso español, ya se anticipaba la necesidad de contar adicionalmente con el apoyo de la Unión Europea como salvavidas.
El día 17 de marzo de 2020, el Gobierno de España, aprobaba un paquete de medidas económicas, con ayudas por importe de 200.000 millones de euros y los mercados internacionales esperaban que el Gobierno de los Estados Unidos de América aprobase un plan de ayudas por 850.000 millones de dólares. La tranquilidad parecía volver a los mercados después del “lunes negro”, con caídas en algunos mercados mundiales que no se habían visto desde otro lunes, el 19 de octubre 1987, fecha en la que los mercados de todo el mundo se desplomaron en un breve espacio de tiempo, provocado por un sentimiento de colapso inminente debido a un excesivo endeudamiento.
A las 18:00 horas del día 17 de marzo del 2020, el IBEX-35, había subido un 6,41%, la mayor subida del índice de referencia de la Bolsa española desde diciembre del 2008 y tocaba los 6.500 puntos animada por las medidas dispuestas por el gobierno español para paliar los efectos económicos de la pandemia por el coronavirus, se habían aprobado 200.000 millones de euros en ayudas, de los cuales 100.000 millones de euros se destinarían para líneas de avales a empresas. La tranquilidad volvía a los mercados después del “lunes negro” pero un análisis más sosegado de las medidas propuestas ya generaban las primeras dudas.
En Francia, el Presidente Enmanuel Macron, solicitaba a la Unión Europea el cierre de sus fronteras exteriores y ordenaba a los ciudadanos franceses a quedarse en sus casas durante quince días. Empezábamos a escuchar la palabra “cuarentena”.
En Italia, el país de la Unión Europea que en esos momentos estaba más afectado por el coronavirus, se anunciaba que el gobierno nacionalizaría Alitalia, la compañía aérea símbolo del país transalpino.
En el Reino Unido, con el Presidente Boris Johnson algo desorientado y enfrascado en la resaca del Brexit, hizo una primera manifestación “primero la economía” y posteriormente, tras vivir en primera persona el contagio del virus y tener que pasar unos días convaleciente, se vio obligado a rectificar a “primero las personas” y lanzaba un primer aviso a la población solicitando “evitar el contacto social”.
En Alemania se publicaba el “Zew” económico, un índice de referencia del sentimiento económico de la confianza de los alemanes en su economía y éste quedaba en -46,50 puntos, frente a la estimación del -26,40 anterior y la previa de +8,7%.
Lógicamente, para cualquier observador, el cierre de fronteras en la Unión Europea, la incertidumbre generada en el Reino Unido y la desconfianza manifestada por los alemanes nos anticipaba cierta preocupación y cualquier oscilación de las bolsas serían síntomas de cambio, sin embargo, tras una caída superior al 40% era predecible que tardásemos en asistir a un movimiento sostenido de los mercados.
¿Qué ocurría en Wall Street? Los principales índices de referencia volvieron a desplomarse más de un 12%. La sesión bursátil arrancó con desplomes del 7% que obligaba por tercera vez en seis días, a activar los mecanismos para evitar el pánico financiero e implicaba la suspensión temporal de las operaciones en el parqué (símil del mercado organizado por sus orígenes con suelos de madera).
El sistema de suspender temporalmente las operaciones se ideó en los años ochenta y hasta la fecha solo se había activado en 1994. Claramente la pandemia del coronavirus estaba poniendo a prueba a las fórmulas tradicionales de los mercados.
Ese mismo día, el Dow Jones, otro índice de referencia, bajó un 13%, la segunda mayor caída de su historia. El Stándard & Poor´s 500, también conocido como S&P 500, uno de los índices más importantes de los Estados Unidos, y al que se le considera que más se acerca a la situación real de los mercados bajaba un 12%. Del mismo modo, el Nasdaq 100, índice que recoge los 100 valores más importantes de la industria tecnológica, perdía un 12,3%.

Fuente: Apuntes realizados por el Economista Confinado
El DJ acumulaba pérdidas del 32%, el S&P 500 un 30% y el Nasdaq un 30%. Ese día, el Presidente Donald Trump asumía una recesión económica en EE. UU.
Por la tarde estuve hablando telefónicamente, con mi querido amigo Pedro Alonso, también economista y muy dado a los análisis del mercado americano, y según él, “en España tenemos historia, cultura, sol, playas y gastronomía, pero no tenemos empresas, seguimos siendo comerciantes”. Por teléfono y WhatsApp, nos dedicamos a analizar una serie de gráficas económicas de diferentes índices y encontramos una gran similitud con las gráficas del Dow Jones entre 1928 y 1932, la conocida crisis del “Crack del 29”, la caída más catastrófica de la historia del mercado de valores en la bolsa de los estados Unidos, con un alcance global y una larga duración de sus secuelas y que dio lugar a la conocida como Gran Depresión de 1929, generando la ruina para grandes hombres de negocio y miles de pequeños inversores y una crisis que duró más de una década. Más de 100.000 empresas quebraron y millones de trabajadores fueron despedidos.

Fuente: Apuntes realizados por el Economista Confinado
Economistas de la Reserva Federal Americana, consideraban la posibilidad de alcanzar un 30% de desempleo, el triple de lo alcanzado en la crisis financiera del 2008 e incluso superior al 25% alcanzado en 1929. Adam Posen, Presidente del Instituto Petersen, vislumbraba caídas del 20%-30% de la demanda y recomendaba una inyección inmediata de créditos puentes para mantener la actividad empresarial cuando pasara la pandemia.
En resumen, los principales índices bursátiles americanos, que habían tocado récord en el mes de febrero anterior, se encontraban en un mercado a la baja provocado por el Covid- 19, algo que los americanos vinieron a identificar con entrar en “la gruta del oso” o como diríamos en español, nos estábamos metiendo en “la boca del lobo”.
PERFIL DE LA EMPRESA ESPAÑOLA
Con objeto de ir centrando mis objetivos de análisis y aventurar predicciones quise hacer un breve esquema del perfil de la empresa española (Fuentes del Ministerio de Empleo y Seguridad Social con datos de mayo del 2018):
La economía española está basada en la microempresa o micro pyme (pequeña y mediana) y el 95% de las empresas españolas tienen menos de 10 trabajadores.
Las Pymes (entre 1 y 249 trabajadores) dan empleo a 8,5 millones de trabajadores. Las grandes empresas (con 250 empleados o más) dan empleo a 5,3 millones de trabajadores.
Las Pymes (con o sin trabajadores) suman un total de 2.876.302 empresas, lo que representa el 99,88% del total del tejido empresarial español.
En resumen, podemos decir que el perfil de la empresa española se ajusta según:
53,60% son autónomos asalariados.
39,90% son microempresas (entre 1 y 9 trabajadores).
5,40% son pequeñas empresas (entre 10 y 49 trabajadores).
0,90% son medianas empresas (entre 50 y 249 trabajadores).
0,20% son grandes empresas (con 250 o más trabajadores).
Analizado el perfil de la empresa, también me hice la siguiente pregunta ¿Cuántos autónomos tenemos en España y cómo son?
Con cerca de 3,2 millones de autónomos registrados en el RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos) de la Seguridad Social, el número de autónomos en España sigue siendo casi el mismo desde que había estallado la anterior crisis a finales del 2008. Diez años después, al finalizar el 2018 y cuando la economía llevaba más de cuatro años de crecimiento, poco había variado en el perfil de los autónomos, que mayoritariamente siguen siendo hombres, se dedican al sector servicios y prácticamente tienen menos de diez empleados a su cargo. A finales del 2018, España tenía 1.993.902 autónomos directos y aproximadamente 1,2 millones de autónomos societarios. (Fuentes Diario Cinco Días de fecha 26 de enero de 2019).
Una nueva pregunta surgía: ¿Quién estaba sufriendo más en esos momentos?
A priori el sector turístico, la hostelería y las aerolíneas pues justo cuando empezaba la campaña de primavera el sector quedaba bloqueado.
Buscando referencias, IAG -empresa holding de Iberia y British Airways, entre otras aerolíneas- perdía en bolsa un 27,90%, el día 19 de marzo presentaba un ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) de tres meses y reducía su operativa de vuelos ante el coronavirus, afectando al 90% de los trabajadores de las áreas de vuelo, handling (manipulación), mantenimiento en línea y carga. Restringía los vuelos, pero mantendría una mínima conectividad de España en el corto, medio y largo recorrido. Además, tomaba medidas de ahorro de costes nunca aplicadas en su historia:
1. Congelación de todas las contrataciones externas y servicios de consultoría.
2. Cancelaciones de gastos discrecionales.
3. Aplazamiento de formación corporativa.
4. Supresión de todos los gastos de marketing y publicidad.
Finalmente, el tráfico aéreo cayó hasta el 80% en algunos aeropuertos españoles durante la pandemia, especialmente en aquellos enclaves eminentemente turísticos como Palma de Mallorca y las Islas Canarias.
Si analizamos lo que estaba ocurriendo en la compañía aérea IAG, era posible predecir que muchos otros sectores se verían afectados igualmente, desde la formación corporativa al marketing pasando por la consultoría. Se vislumbraba que el alcance de la crisis no sería específico de determinados sectores como el turismo, sino global dentro de nuestra economía, especialmente vinculada al sector servicios. En un primer análisis, parecía inmediato que algunas de las principales empresas españolas que cotizan en el IBEX-35 tendrían problemas y era previsible la entrada en números rojos de empresas como la propia IAG antes mencionada y correlativamente la empresa gestora de las infraestructuras aéreas españolas AENA , el proveedor de soluciones tecnológicas para la industria de los viajes AMADEUS, el referente español de los hoteles Meliá o un proveedor de suministros energéticos como REPSOL.
Los efectos del Covid-19 y la guerra comercial entre países productores de petróleo como Rusia y Arabia Saudí, estaban afectando a la que hace años era la primera empresa energética española por capitalización bursátil, REPSOL. El derrumbe de los precios del petróleo por debajo de los 25 dólares y la falta de demanda como consecuencia de la paralización de los mercados, daban lugar a una caída del precio de cotización del 56% en el parqué. El precio del petróleo se hundía hasta niveles que no visto desde hacía 18 años. La caída provocada por el desplome de la demanda mundial de petróleo, motivada por la expansión del Covid-19, suponía una caída acumulada del 64% desde principios del 2020.
Exceso de oferta y falta de demanda, anticipaban una crisis perfecta cuyos efectos están por ver. El también economista, Luís Garicano, se lamentaba en una declaraciones el día 18 de marzo de 2020, “estamos peor que en una economía de guerra, pues durante las guerras se sigue produciendo, pero actualmente no”.
La congelación sin precedentes de la demanda que se había producido en algunos sectores y la falta de fórmulas para calcular el tiempo de crisis en función de cuanto durase la pandemia, nos condicionaba cualquier predicción. En una economía de consumo, un drástico cambio en las costumbres de los ciudadanos, sumado al aumento de precauciones a la hora de hacer compras a largo plazo, dejaba en el aire muchos planes. ¿Quién compraría un coche nuevo para dejarlo parado en el garaje? ¿Quién invertiría en un apartamento turístico para dejarlo cerrado?
En España, el sector servicios representaba a finales del 2018, el 77,90% del empleo total, por encima del 74% de la media de la Unión Europea (UE-28), según datos del Instituto de Estudios Económicos (IEE) a partir de los datos publicados en el “European economy, digital publication 2019” de Eurostat.
El perfil de la empresa española que encontrábamos al inicio de la crisis sanitaria por la pandemia del Covi-19, era mayoritariamente en un 99,88% pequeña y mediana empresa. El sector servicios representa aproximadamente un 67,87% del PIB y la industria y la agricultura, representan el 19,99% y un 2,65% respectivamente. (Fuente: INE)
Se dibujaba un panorama desalentador porque, cuanto más tiempo pasara la economía por debajo de los niveles previos a la pandemia, más incompleta y lenta sería su recuperación. El cierre de actividad permitía anticipar la caída de muchas empresas y el despido de muchos trabajadores. Todo ello desemboca en una economía desconcertada, sin capacidad para reaccionar y sin confianza para invertir o para consumir.
Resumiendo, ya en los primeros días de la crisis sanitaria, el desplome de la demanda y los precios, los confinamientos y las restricciones provocadas por la pandemia con una estructura empresarial como la antes descrita, nos permitía aventurar para España, una larga crisis económica centrada fundamentalmente en el sector servicios y los autónomos- pymes, pero con implicaciones globales para nuestra economía que afectarían a todos los sectores. Se podía anticipar la necesidad de la vigencia de un plan de reconstrucción nacional con visión amplia y estratégica, que permitiese corregir los vicios de la economía española, dando por hecho una recuperación lenta y gradual.
Francisco Manuel Ramos Oliva
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.
Diplomado en Valoración de Empresas y Planificación Financiera.
Miembro del Registro de Economistas Forenses del Consejo General de Economistas. Presidente de la Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País.